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Excurso 4: Be water, my friend! o el retorno del dragón en su BMW X3

 

 “¡Vacía tu mente, libérate de las formas, sé agua, amigo!”

Bruce lee

 

Nunca como hasta entonces una frase así, que se nos antoja de algún viejo taoísta, se repitió tantas veces por televisión (en todas las cadenas, a todas horas), hasta convertirse para muchos en un latiguillo cotidiano en aquel otoño de 2006. Quien la pronunciaba, “el mayor mito de las artes marciales de los años 60 y 70”, había revivido 33 años después de su muerte: el dragón volvía para anunciar el último modelo de BMW, la prestigiosa marca alemana de coches, y colocarla a la cabeza de su sector.

Sin duda, los publicistas de la BMW acertaron de pleno. Les bastó el corte de una entrevista tal como se emitía en El arte del combate (487), para dar en el clavo del arte de la publicidad: “no te adaptes a la carretera, sé la carretera: BMW X3”.

Me paro ante esta trivialidad con la sospecha de que lleva gato encerrado: ¿por qué funciona tan bien la imagen de Bruce Lee?, ¿cómo dice sus cinco frases para que funcione como el mejor spot?, ¿cuál es su fuerza? ¿Será el magnetismo del maestro?, ¿la solidez de su argumentación?, ¿la “sabiduría taoísta”? Creo que tenía la respuesta desde el primer día en que vi esta entrevista (años antes del anuncio), y aquella respuesta cuadra ahora perfectamente en la efectividad del spot: Lee habla como un chulo de barrio, un perdonavidas. Sobreactúa acelerando sus frases tras cada pausa retórica, mira de reojo, levanta sus cejas y disfruta de su propia capacidad de convicción. Pero ¿qué chulo de barrio te cita semejantes frasecitas? (“Pon agua en una botella y será botella… el agua puede fluir o golpear…”). Ahí está la mezcla explosiva, su capacidad de impacto, lo que los publicistas captaron y han explotado en todo su potencial.

Quizá no me hubiera animado a escribir estas líneas si apenas lanzada la emisión del anuncio, en uno de los programas de humor de la televisión vasca, no hubiera visto tres parodias del mismo (488). Donde Lee decía “agua”, ellos pusieron “EPO” (la sustancia estrella del último dopaje ciclista), “tinto” y “gasolina”. El resto lo ponía la cara del actor y la grotesca transformación de las frases: “vacía tus penas, libérate de las formas, como la EPO”. O “vacía la cartera, libérate de unos cuantos euros, pide un tinto. Ponlo en un porrón y será porrón. Ponlo en una bota y te pondrás las botas”. Finalmente, bastaba sustituir BMW X3 por EPO o TINTO y la carcajada estaba garantizada: “No te adaptes a la carretera, gana el Tour. EPO, ¿te gusta consumir?”. “No te adaptes a la acera, vete haciendo eses. TINTO, ¿te gusta el pin-pirin-pin-pin?”.

Digo que no me hubiera animado si no hubiese recibido el golpe de mis propias carcajadas y la consiguiente pregunta: ¿qué es lo que resulta tan hilarante? ¿No se ríe el bufón del paso de lo sublime a lo ridículo que da con frecuencia cualquiera que se siente poderoso al exhibir la fuerza de su argumento como la reafirmación del estatus que le permite utilizarlo como un triunfador?

De otra manera, ¿qué grieta consigue abrir la frase be water, my friend dicha tal como la dice Lee para que el publicista decida introducir en él su consigna?

Confesaré mi pecado antes de continuar: nunca me gustó el personaje Lee –que obviamente transparentaba a su persona– en sus películas de serie B, y menos aún la mitología creada alrededor de su espectáculo. Pero mi disgusto contrasta con la oficialidad de los “artistas marciales”: “Conocido por todos como el rey del kung fu, dista mucho de ser lo que la mayoría de los fans veían en él (?). Es, indudablemente, el responsable máximo del boom de las Artes Marciales en todo el mundo. Sin su aportación a través de sus películas y filosofía seguro que la actualidad de las Artes Disciplinarias sería otra… fue el primero en denunciar ciertos aspectos que hacían desviar al practicante de la esencia vital de las Artes. Su mentalidad abierta y una capacidad asombrosa de fusionar el Oriente con Occidente le llevó a tomar lo mejor de estos dos mundos y proclamar a los cuatro vientos que el individuo siempre sería más importante que el estilo… tantos años después de su muerte, sigue tan vivo y su filosofía tan vigente que nadie ha podido sobrepasarle” (489). “Aportación filosófica”, “Artes Disciplinarias”, “fusión Oriente-Occidente…”. ¿Ha sido necesaria la intervención de los publicistas de la BMW para recordarnos la dimensión, el alcance de semejante talento?

El asombro que me provocan tales afirmaciones no deja de excitar mi curiosidad: ¿de qué se trata en realidad?, ¿a qué ser refieren unos y otros? ¿Podemos usar las mismas palabras para referirnos a mundos sin conexión entre sí, o tendremos que descartarlas pues es la propia naturaleza de las palabras la que conlleva confusión?

Comencemos por lo evidente: no hay duda de que Bruce Lee rompió para los occidentales un modelo imperante en las “artes marciales”. Tras la derrota de los japoneses en la última guerra mundial, este país imperial que en los años anteriores se había dedicado a invadir y masacrar a los vecinos a su alcance, se vio convertido en un humillado protectorado norteamericano. Este contexto no impidió que la fascinación por el lejano oriente aromara los hogares norteamericanos, y la figura del samurai autoinmolado, última versión del caballero andante, continuara excitando a algunos hacedores de sueños juveniles. Las “artes marciales” japonesas se expandieron espectacularmente entre aquellos jóvenes occidentales en los 60 y 70. Pero aquella imagen del japonés endurecido por una disciplina militar férrea, por una identificación ciega a su tradición, no podía sostenerse como único referente del exotismo oriental entre los jóvenes machos occidentales… La actitud subyacente, extremadamente dura, necesitaba otro modelo que sedujese desde la libertad. No desde el severo dojo, sino desde una fusión mucho más llevadera de Hollywood/Hong Kong. El modelo masoquista (con su implícita contraparte sádica), necesitaba de la liberación histérica que Lee representó con un grado de maestría. Y claro, no hay color. ¿Quién es el gran seductor, quién triunfa en todos los terrenos donde la adaptabilidad eficiente, el poder del agua está en juego? Obviamente, el histérico. El masoquista puede triunfar por obstinación, pero el precio que paga es tan alto que su figura maltrecha nos pone habitualmente en guardia. Sin embargo, el histérico comunica, llega. Be water, my friend!, proclama pero, si afinas un poco, lo que realmente nos está diciendo es be hysteric my friend! Y porque ése es su mensaje, triunfa.

Bruce Lee fue un icono masculino para miles de jóvenes en los 70 y 80. Como lo fueron o lo son para otros el Che, James Dean, Jesucristo Superstar u Osama Bin Laden. Este tipo de icono que se reproduce en pósteres para decorar habitaciones de adolescentes, y cae después en el olvido tras el desencanto de los sueños juveniles, convirtiéndose en material disponible para publicistas y artistas pop. En nuestro caso, su regreso en el anuncio habría provocado más de una lagrimita en alguno de aquellos jóvenes de barrio que no se perdieron una sola de sus películas y sudaron en el gimnasio; que recibieron algún que otro puñetazo en la cara que bien merecía la pena por tan noble ideal… 33 años después, con tiempo suficiente como para haber puesto a prueba sus sueños, más de uno de aquellos corazones rebeldes sueña todavía con un algo que –los publicistas lo saben– probablemente se nutre del mismo material ilusorio: un cuatro por cuatro de la mejor marca de autos. ¡Qué alquimia tan excelsa se produce, qué irrepetible momento mágico cuando este sueño es ofrecido de la mano de aquél ídolo juvenil!

Estoy a punto de poner mi punto final con esta ironía, pero me resisto aún, sé que la ironía no es suficiente cuando este escrito no va dirigido a cualquier público, sino a uno más restringido que siente algún aprecio por las enseñanzas, las prácticas, las disciplinas y la maestría orientales. Entonces, y para nosotros, la pregunta es ¿cuál es la distancia que separa a este be water my friend de las palabras del sabio recordándonos que “nada hay en el mundo más blando y suave que el agua, pero nada puede superarla en el combate contra lo duro y resistente”? (490). Y presiento que acertar a responder a esta pregunta puede resultar vital para quien se haya sentido (se sienta casi a diario) golpeado por la rara habilidad de publicistas y mercaderes, fieles alquimistas, reyes Midas contemporáneos capaces de convertir en oro lo que tocan (o si no en oro, sí al menos en unas cuantas monedas). Creo que la distancia que menciono se crea a través del contexto en que una palabra o un discurso son utilizados, a través de la altura moral del que lo utiliza, a través de los objetivos ocultos –a menudo apenas disimulados, otras veces deliberadamente encubiertos– de quien los ofrece (sean consignas, enseñanzas, técnicas o vías). El antiguo charlatán de feria se ha dotado de un ropaje respetable, y su carromato es ahora un coche despampanante seguido por un séquito de guardaespaldas. El que desprecia secretamente las palabras que va a utilizar subraya el énfasis para parecer más convencido que nadie… El dominio de la imagen, las “técnicas de comunicación” con capaces de creaciones hasta hace poco insólitas. Por eso es ahora fundamental comprender que la ínfima distancia entre lo sublime y lo ridículo pero, sobre todo, entre lo que dignifica una palabra, a quien la dice y la escucha, y lo que la pervierte ha disminuido, si cabe, un poco más.

Pero no es tan difícil de comprender si percibimos que lo más alejado del posible éxtasis que puede producirse en un encuentro carnal entre dos amantes no es la abstinencia sexual (como han mostrado muchos ascetas místicos), sino la explotación sexual o la pornografía. Que lo más alejado de la enseñanza de un maestro no es la conversación trivial entre dos compañeros, sino la pretendida amonestación sublime de quien pretende ayudarte y, con sus mejores intenciones, sólo busca su provecho (en forma de negocio, encubrimiento de su miseria moral o simple narcisismo). Que lo más alejado del “nada hay en el mundo más blando y suave que el agua” no es un “¡viva la dureza de la piedra!”, sino un anuncio de coches donde un fantasma sonríe de reojo mientras proclama be water, my friend!

 


NOTAS

(487) El mismo reportaje de Françoise Marie y Emmanuel Charcot realizado en 1999 y emitido en España por la TVE 2, que hemos utilizado como referencia a partir del capítulo 110 (pág. 340 ss.).

(488) Vaya Semanita en ETB 2, el canal en castellano de la televisión pública vasca, el 19 de octubre de 2006.

(489) José M.ª Fraguas, La Sabiduría de los Maestros. Ed. Eyras, 1995.

(490) Lao zi, Tao te king, XLIII.

 

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