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Los sitios del mundo (primeras palabras)

 

Más de una vez, enredado en mis propias palabras y tras largas horas de charla y de intentos de explicación, he recibido la indicación -no exenta de reproche-: «Las cosas no son en realidad tan complicadas, ¿por qué no decirlas sencilla y llanamente buscando unas pocas y definitivas palabras?». Y como la frustración es compañera de quien se enreda en tales intentos (¿justificaciones?, ¿pruebas de rigor?, ¿comparaciones de quien no está muy seguro?), más de una vez he pensado en ceder, en decirlo sencillamente...

Fue en una de esas ocasiones cuando encontré la solución en las palabras de otro -esa maldita propensión a escudarse en los demás- o, mejor dicho, de otra, pues me acordé de Shola, y de la forma en que ella se explica y explica cómo es el mundo. Uno no debe dejar escapar esos momentos de lucidez, cuando comprende que, aunque no lo pareciera, eso que trata de decir en un largo tratado, ha sido ya explicado de forma explícita y transparente. Y es que no es la primera vez que tengo la fuerte impresión de que todas las cuestiones que trataré en este libro, las cuestiones con las que me he ido enfrentando a lo largo de muchos años, son ante todo y casi únicamente asuntos topográficos, de ubicación. Quizá no estaría mal disponer de un papelito como el que los ciclistas guardan en su culotte con los datos imprescindibles sobre la etapa del día. Lo que necesitan conocer para no perderse y saber dosificar sus fuerzas. ¿Para qué complicarse si dispones de esa notita con los datos clave?

Así que sí, decidí entonces que usaría las palabras de Shola, esa perrita mucho más sabia y directa que yo, para dejar claro lo fundamental de todos estos asuntos:

 

Shola habla de cómo es el mundo (1)

El mundo es muy grande,
es bastante infinito.
Lo sé porque he viajado
en coche, en avión etcétera.

¿Cuántos sitios tiene?, me pregunto.
Exactamente cinco sitios, me respondo
después de hacer mis cálculos.

Tiene uno que está lleno de gatos.
Está muy bien, hago mis persecuciones.
Es un sitio bueno, ya digo.

Tiene otro sitio que está muy lejos de Aquí.
Está muy lejos de Aquí y se llama Pekín.

El tercero es un sitio con una señora.
Ella come muy bien Allí.
Yo también como muy bien Allí, siempre carne.
Es de lo mejor que conozco.

Hay también otro sitio que está arriba del todo,
y tiene muchas cosas, estrellas etcétera.

Hay por fin un quinto sitio en el mundo,
un sitio al que yo llamo Aquí.
Le llamo Aquí porque siempre estoy aquí.
A la gente de Aquí no le gusto nada.
Un día iba por la calle y me pegaron.
Esto que pasa Aquí me pone muy triste,
y sólo una cosa me consuela.
Me consuela pensar
que nadie es croqueta en su tierra.

 

Estoy de acuerdo con Shola con que el mundo es bastante infinito. Seamos sinceros: ¿qué es eso del Universo Infinito? Por muchas vueltas que le demos, no nos hacemos ni remota idea, así que mejor decir que lo es bastante, por si acaso. Y, aunque también nosotros hemos viajado, siempre nos encontramos como ella, con ese otro mundo que es el que nos importa de verdad: nosotros mismos. Y nos ocurre a veces, que cuanto más lejos estamos de casa, más difícil nos resulta enterarnos de los que tenemos delante. Pero otras veces no, otras veces, incluso cuando estamos en nuestro propio barrio, somos capaces de hacernos unas cuantas preguntas metafísicas, lo mismo que Shola cuando se preguntó por los sitios del mundo. ¿Cuántos sitios tiene?

Y como creo que casi nadie ha hecho el cálculo con tanta precisión como ella, no me complicaré más la vida. Tiene, efectivamente, cinco sitios.

 

Uno

El primer sitio está lleno de gatos. Es un buen sitio porque es entretenido. Pasan cosas, persecuciones y así. Cuando uno es joven está casi siempre en este sitio, hasta caer rendido en un rincón, o en la cama. No importa si de noche o de día. Incluso alguna vez se hacen cosas extrañas. A mí me ocurrió cuando era joven. Mis familiares y vecinos movían la cabeza un poco preocupados aunque, se decían, siempre hay alguno que da la nota en la familia, que no hace lo que hacen los demás. Yo no sabía entonces lo que comentaban mis vecinos, y tampoco por qué hacía realmente lo que hacía. Supongo que por probar. Y eso me llevó al segundo sitio.

 

Dos

Sí, me llevó hasta Pekín, porque se me ocurrió ponerme a hacer taichi. Después de haber vuelto de allí hace ya unos cuantos años, tengo que reconoceros que lo más importante de este sitio es que está muy lejos de Aquí. Y si a mí como a muchos me terminó enganchando, es justamente por eso, por su lejanía. Pero ha pasado el tiempo, y ya no soy joven. Y no sé muy bien por qué, pero cada vez tengo una mayor impresión de que este sitio se va acercando y acercando y, en el fondo, me da mucha rabia. Me gustaría que siguiera así de lejos como cuando lo conocí: tan exótico, tan misterioso, tan cargado de promesas...

Tengo algunos conocidos que estuvieron conmigo allí, y ellos han decidido que siga así de lejos y, para conseguirlo, hacen excursiones a los sitios donde aún se conservan estilos de vida de la antigüedad (una antigüedad muy antigua, no olvidéis que hablamos de Pekín). Pero a mí me da un poco de vergüenza, disfrazarme de chino y salir con un dragón de papel a celebrar el año nuevo del mono, no sé. Así que, la verdad, estoy un poco decepcionado, pero no quiero reconocerlo. Estoy casi decidido a que siga así de lejos, no sea que...

 

Tres

No sea que me convierta yo también en un vulgar aficionado al tercer sitio, que es el sitio de los placeres cotidianos. Esos con los que disfruta la mayoría de la gente y que, en mi tierra, casi se resumen en uno o ninguno. Y claro, aunque me dé cuenta de que soy más o menos como los demás, sigo queriendo tener ese toque de misterio que a Shola tanto le entusiasma (2). En fin, hablo de comer.

Y eso que comer está muy bien, sobre todo ahora que también se puede ser muy sofisticado con ese tema. Pero lo que me pudre es que el culto a la comida se reconoce sobre todo a partir de cierta edad, cuando ya entras a formar parte de pleno derecho de la sociedad gastronómica a la que perteneció tu padre.

Como digo, comer está muy bien, tienes entretenimiento para toda la vida (no como el del primer sitio, uno ya se cansa de tantas persecuciones): que si los productos del lugar, que si la comida basura, que si la macrobiótica... Y puede llegar a ser tan sofisticado o tan simple como se quiera. Pero lo más importante de este sitio es la Señora que está en él. Sí, sí. Si lo pensamos un poco, este sitio está lleno de esa señora muy maternal y muy agradable. Shola lo explica así:

 

Shola habla de los días malos

Hay días malos en la vida.
Son verdaderamente malos, efectivamente.
¿Y qué pasa entonces?
Pues pasa que me meto debajo de la cama.
Eso pasa, efectivamente.

Va Grogó y me dice: ¿Salimos de paseo?
Yo le digo: ¡No! ¡Déjame en paz!
¿No ves que es un día malo, efectivamente?

Luego viene Mary Brau Brau
y me invita a jugar a los ratones.
Yo le digo: ¡No! ¡Déjame en paz!
¿No ves que es un día malo, efectivamente?

Más tarde vienen los dos juntos,
me ruegan, me imploran, me lloran etcétera.
¿No quieres leer un cuento muy divertido?, dicen.
Yo no digo nada, guardo silencio, efectivamente,
porque yo soy así, tengo mucha personalidad.

Viene por fin una señora, y me razona así:
¿No quieres salir de debajo de la cama?
Ya sé que es un día malo efectivamente,
pero es que pasa una cosa...
¿Qué cosa?, pregunto yo toda intrigada.
Ella responde: Pues pasa que te he preparado
un plato de carne con arroz. ¿Qué hago? ¿Lo tiro?
¡¿Tirar?, grito yo, ¿Estás loca o qué?!
Salgo de mi escondite
y voy a la cocina disparada;
toda regla tiene sus escorpiones.

 

Así son las cosas en este sitio, pero, de vez en cuando (igual llevamos una mala racha) nos ponemos un punto trascendentes, y nos acercamos a otro sitio, el cuarto:

 

Cuatro

Este es un sitio que está arriba del todo. Eso es lo principal: arriba del todo. Hay quien viaja en globo para llegar allí, y hay quien reza o medita, como los cristianos o los budistas. O las dos cosas. Pero es un poco extraño, porque eso de rezar me resulta un poco vergonzoso. Como si estuviera quejándome por lo bajo todo el rato, o buscando influencias en el más allá...

En cuanto a la meditación, no es difícil terminar con la ligera sospecha de que a uno le están tomando el pelo. Aunque bueno, ahora dicen que va bien para un montón de cosas, tanto para el cáncer como para los resfriados. Y que activa «las moléculas de la emoción». Lo he leído en Integral que es la revista que me compro cuando no quiero pensar sólo en comida (allí se habla de otras cosas también, y hasta las recetas parece que nunca engordarán). Aunque no es muy fácil aclararse en estos temas, porque en ese mismo artículo sobre la meditación y sus efectos, he leído que también «puede modificar los patrones cerebrales, desde una respuesta más emocional a otra más serena» (3).

Bueno, no le voy a dar más vueltas, porque lo de la serenidad no está mal, si sirviera de verdad para sacarnos de Aquí.

 

Cinco

Porque Aquí es el sitio que realmente me pone triste, el quinto y principal sitio: lo llamo Aquí porque siempre estoy Aquí. (Ahora que lo pienso, ¿triste y sereno será lo mismo?)

Bueno, como os decía, no hay que darle demasiadas vueltas. Siempre tenemos la posibilidad de cambiar de sitio y seguir de Aquí para Allí, como hasta ahora. Así que dejaré a Shola dormitando en su rincón para explayarme sobre todos estos sitios -aunque tantas páginas no me bastarán, y necesitaré un tomo más para contaros todo lo que quiero decir, en particular sobre Pekín y sobre ese sitio arriba del todo. En este tomo tendréis que conformaros con los gatos y sus persecuciones, y con ese sitio de la señora, sin olvidar nunca del todo que estamos Aquí. Que seguiremos Aquí por mucho que nos gustaría...

 


 

NOTAS

(1) Éste y los otros poemas de estas «primeras palabras» pueden leerse en Poemas & Híbridos, Bernardo Atxaga. Visor, 1990.

(2) «Me gustaría tener un secreto muy gordo, / uno de esos que no se pueden contar / pero que se notan. / Y que la gente dijera: No, Shola no es / lo que parece, guapa, inteligente, etcétera, / sino que tiene un secreto muy gordo, / o sea, que es misteriosa». Bernardo Atxaga , en el mismo poemario.

(3) Meditación y salud, Daniela Baum, Integral, junio 2003.

 

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